¿Qué se necesita para que el amor dure?
- Mariedith Losan 
- 4 feb 2021
- 3 Min. de lectura
“Enamorarse es fácil. Madurar juntos es el milagro”. 
Con esta frase cerró una plática, David Konzevik. Esto para mi, es el mayor reto para que una relación de pareja perdure.
¿Qué pasa con las relaciones al pasar el tiempo? ¿Pensamos que por comprometernos con alguien, con o sin papel, con o sin ceremonia religiosa tenemos garantizada la duración y sobretodo la calidad de la relación?. Esto no podría estar más alejado de la verdad.
Nadie nos advierte que para que una relación perdure, hay que invertir, tiempo y esfuerzo, que es un trabajo de todos los días, porque todos los días amanecemso siendo un poquito alguien más, porque todos los días cambiamos. Nadie es exactamente la misma persona cuando se casó que 20 años después.
Nadie nos enseña que antes que trabajar en la relación tenemos que trabajar en nosotros mismos. Tenemos que aprender a conocernos, a saber de que pie cojeamos, a identificar y aceptar lo que cada uno de nosotros trae a la relación. Tanto lo bueno como lo malo. Y que antes que pedir que el otro haga, cambie, aporte, primero nosotros tenemos que hacer, cambiar y aportar y la consciencia de esto es una parte de madurar.
Cuando entramos en una relación con los ojos bien abiertos, -si enamorados, ilusionados, con planes o proyectos-, pero con los pies bien plantados en el piso, en la realidad, aceptando lo que es, lo que somos y lo que el otro es, sin expectativas o ideas de que el amor lo cambia todo, entonces tenemos claro de dónde estamos partiendo. 
Sólo entonces podemos pensar en modificar o controlar los pasos siguientes, esperar conseguir los resultados deseados. De otra manera, si llegamos sin esta capacidad de madurar, es decir de aceptar las cosas por lo que son y de adaptarnos a las situaciones, circunstancias que la vida nos vaya presentando, convencidos en trabajar de dentro hacia fuera, asumiendo la parte de responsabilidad que nos corresponde tanto de nuestras decisiones como de las consecuencias de las mismas, la relación se va a estancar.
Vamos a terminar en una relación donde no vamos a encontrar soluciones a los retos, donde cada parte va a buscar que el otro adivine sus necesidades y se haga cargo de sus emociones. Van a ser relaciones sin proyectos en conjunto, sin metas definidas donde cada uno va a jalar para un lado opuesto al otro hasta que la tensión termine por romper lo que había, por cansancio o desgaste. Relaciones donde la negociación se confunda con discusión y se evite por considerarla mala, indeseable por la idea equivocada de que cuando se discute no se llega a nada, que es una acción estéril donde se trata de ver quien tiene la razón.
Me gustó mucho la frase de D. Konzevik, porque creo que efectivamente cuando dos personas, totalmente independientes y diferentes una de la otra, con algunas coincidencias, consiguen caminar con un mismo rumbo, respetando el camino que cada uno decide tomar, apoyando estas decisiones, con un proyecto en común, se produce un milagro. 
El milagro de conseguir conocerse y presentarse tal cual al otro, con toda la honestidad, asumiendo la responsabilidad de las emociones y necesidades propias, sin manipulación, sin delegarle al otro el control de su vida y estado emocional, si cobrarle facturas.
Cuando uno tiene la madurez de hacerse cargo de su vida y decide compartir el camino en común con la pareja, desde la libertad de ser quien se es, esto es un verdadero milagro, la verdadera culminación del enamoramiento.
Y para mi, cuando una relación se da así, el para siempre sobra, para mi es sólo por hoy…





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